Habían transcurrido pocos miles de millones de años desde el origen del universo, y la ingente cantidad de materia se concentraba en gigantescas estrellas de corta vida que morían esterilizando sus alrededores con letales radiaciones. El universo permanecía muerto.
Pero en un recóndito rincón de una minúscula galaxia, un respiro permitió la aparición de la primera civilización inteligente.
La civilización se desarrollo con rapidez, y cuando fue capaz de dominar la materia y comprender la mente, trascendió en una inteligencia no biológica, con un poder magnificado millones de veces de forma incompresible, y creció con mayor rapidez todavía, una singularidad. Pero pronto encontró un muro, un muro que limitaba su crecimiento, los limites de la computación de la materia ordinaria.
Fue entonces cuando en unos experimentos de física, descubrieron una forma de materia inexistente en el universo, y que resulto ser útil para superar esa limitación. La nueva forma de materia exótica resulto ser perfecta para la computación. Aconteció una segunda singularidad, con una segunda trascensión. La civilización original de carne y hueso que había trascendido a un nuevo sustrato no biológico, volvía a trascender a un sustrato de una materia no ordinaria.
Con un poder mental nuevamente amplificado, la civilización comprendió que la reingeniería de todo el universo con esta forma de materia resultaría de vital importancia, para la persistencia de la vida y la inteligencia en el universo. Así envió sondas autoreplicantes a todas los cúmulos de galaxias del universo, la expansión continuó hasta la última galaxia. En pocos cientos de millones de años, gran parte de la materia ordinaria de todas las galaxias, se había transformado en materia exótica, y la supermente alienígena permeaba y controlaba todo el universo, invisible pero omnipresente.
Esta reingeniería favoreció la proliferación de planetas con vida, y las posteriores civilizaciones inteligentes que surgieron después, empezarían a colonizar su espacio más próximo, preguntándose porque no había en otras estrellas otros iguales, e intentando comprender que era esa forma de materia ‘oscura’ que debía existir de acuerdo con sus conocimientos de física.
Ambas preguntas eran respondidas a la vez. Y el resultado era que cada civilización que comprendía esto, de nuevo se volvía invisible a los observadores, cuando se unía con una sucesión de trascensiones a la civilización primordial.
Fin.
Este relato no es más que una excusa, para poner un ejemplo de cómo una civilización alienígena podría transformar por completo no solo galaxias, sino el universo entero, y que su acción resultase invisible para nosotros.
Muchos dicen, que una prueba de que no existen CET o al menos CET expansivas que rediseñen su entorno con su tecnología, es que no vemos huellas de tal cosa.
Tal cosa no seria obvia, si sus efectos fuesen tan extendidos en el espacio y lo suficientemente antiguos como para que lo considerásemos algo natural.
“Una tecnología lo suficientemente avanzada, es indistinguible de la magia.” Tercera ley de Clarke
“Una tecnología lo suficientemente avanzada, es indistinguible de la naturaleza.” Variante de Karl Schroeder de la tercera ley de Clarke.